Murallas de Cristal.

El tratado de Asunción de 1991, fuente de creación del Mercosur, tenía como horizonte formar un mercado común al 31 de Diciembre de 1994. Se basaba en un período de transición muy escueto para alcanzar una unión aduanera.
Había un listado vital de escenarios a cumplir por cada estado miembro de los cuales tres se marcaban como condiciones sine qua non: la eliminación de derechos aduaneros y restricciones no arancelarias a la circulación de
mercaderías; la aplicación de un arancel externo común y la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos.

Arancel era una mala palabra en comercio exterior. A nivel internacional todos los países buscaban borrar fronteras por medio de un sinfín de acuerdos comerciales que apuntaban a no sumar costos a los productos que se producían en la tierra de una bandera y llegaban para venderse a una tierra diferente. Así como aquí en el sur, en todo el globo los acuerdos antes y después de Asunción han logrado reducir los aranceles a su mínima expresión, en muchos casos el resultado de aplicación es cero, es decir los bienes no pagan arancel en las aduanas.

¿Dónde se sitúan entonces los conflictos cuando los aranceles son mínimos o inexistentes? Exactamente en lo no arancelario.

Barrera no arancelaria lo llamamos, obstáculo al comercio puede quedar aún más claro, restricciones no arancelarias es la denominación que utiliza el Tratado de Asunción. Los gobiernos formados por hombres y mujeres no han dejado de lado una de sus mejores cualidades de supervivencia, la audacia. A medida que los aranceles tendían a números mínimos o cero, se elevaban la cantidad de medidas de ésta otra índole.

La Ronda Uruguay y posteriormente la OMC han luchado contra este “flagelo comercial” pero la falta de éxito ha sido tan notable como los esfuerzos puestos en la contienda.

Tipologías diferentes refieren a barreras no arancelarias legítimas contrapuestas a las proteccionistas; pueden también dividirse en sanitarias o de tipo técnico pero en definitiva la caracterización no alcanza para borrar el
fundamento original, otras formas de resguardar la producción nacional, otra forma de retroceder en lo acordado subiendo muros menos visibles y menos tangibles que los impositivos.

La lista es extensa y para nada acabada. En diferentes momentos y geografías nos hemos topado con cuotas de importación, dumpings, subsidios de exportación, procedimientos aduaneros, regulaciones técnicas y administrativas, inspecciones a las exportaciones, requisitos de origen, requisitos de calidad, licencias de importación; son solo algunas de las prácticas que se encuadran en éstos ejercicios. Comparten muchas, la sorpresa de su aparición y por tanto la imposibilidad de cumplirlas a tiempo.

Más allá del tiro la piedra y escondo la mano, las barreras no arancelarias tienen realmente graves consecuencias para las economías. Quizá la más importante sea quitar la transparencia a la regulación del intercambio comercial. Se termina penalizando a los productores nacionales, incluso estando amparados por un acuerdo que parece ofrecer lo contrario y, sobre todo, ponen un enorme manto de duda al avance real de los acuerdos, al paso de la letra a la vivencia cotidiana del comercio.

En el Mercosur, no existieron justos y pecadores, todos los estados en diferentes momentos y bajo variados títulos se han amparado al ala de alguna de éstas prácticas.

Las estocadas para Uruguay han sido varias. Sangra la herida de Motociclo cuyos productos al 23 de Enero de 2001 fueron declarados extrazona por la Secretaria de Industria y Comercio del Ministerio de Economía de la hermana República Argentina y por lo tanto comenzaron a tributar el arancel externo común; sangra la herida de la legislación antielusión aplicada por Brasil, sangra la herida de las licencias no automáticas de importación que para
muchos productos solicitaba Argentina, y estos son solo mínimos ejemplos.

Uruguay también ha utilizado las barreras no arancelarias. Solo a modo de ejemplo, en 2006 el Poder Ejecutivo estableció la facultad de fijar aranceles a determinadas importaciones originarias de Argentina. Obviamente la aplicación de barreras no arancelarias por Argentina y Brasil tienen efectos muy distintos a las que puedan aplicar socios como Uruguay o Paraguay.

Parece de perogrullo explicar que uno siempre va a preferir una mordedura de Chiguaga a la de un Pitbull, más cuando todavía falta un inmenso acto de honestidad dentro del bloque para reconocer las asimetrías existentes.

Con el calendario actual el juego sigue, reconocidas las murallas todavía faltan muchos picos para romper los cristales a conciencia. Uruguay deberá buscar estrategias sólidas para lograr esas roturas, y estar dispuesto a devolver la misma moneda. Hoy el costo de una menor flexibilidad para negociar de manera aislada con países fuera del bloque tiene que tener un alto beneficio dentro del Mercosur, y aún los cristales siguen siendo altos y muchos. Lo bueno es que la construcción es vecina y conocida. Nada nos garantiza que muros más lejanos sean más franqueables.

Mariela Machado
Lic. RRII